Me he dado cuenta de que hace tiempo que no sueño despierta. Y el problema es que no hay pastillas para eso. No hay pastillas para no tener miedo. Y el miedo, según lei, es siempre miedo a algo que va a suceder. No sueño por miedo a algo que va a suceder. Por miedo a que mis miedos se estampen contra el suelo como una copa de cristal. Rota en mil pedazos, reflejando en cada uno de ellos mi rostro deformado, lagrimoso y pequeño.
Y aún así, hoy, aquí y ahora voy a soñar.
Sueño que por fin siento que te merezco. Que tengo las manos llenas para ofrecerte una vida juntos. Sueño que construyo una madriguera para ti y para mi, y no me importa donde sea. Por muy lejos que volemos, siempre en cada atardecer iremos a ese refugio del frío invernal y del calor infernal.
Sueño que en esa madriguera coloco un sofá. Y tras girar la llave de la puerta veo tu chaqueta sobre él, y sé que estás en casa y te oigo canturrear mientras cocinas, o mientras te das una ducha. Sobre la mesa hay un libro abierto, el último que estoy leyendo. Toda la casa huele a tu perfume, mezclado con el mío. Y las estanterías están llenas de fotos, tuyas, mías, nuestras.
Sueño que me ves, pero no me miras. Que me das un leve beso en la mejilla, y sonríes sólo por verme y sigues haciendo tus cosas, mientras me hablas con la banda sonora de nuestras vidas de fondo. Y me cuentas que tal te ha ido el día y me preguntas que tal el mío. Empiezo a contártelo, pero me quedo absorta y embobada en tu mirada y pierdo el hilo de lo que estaba diciendo.
Sueño que salimos de noche, bajo las estrellas, a pasear por el barrio, y acabamos tomando algo en un café, donde no hay nadie más porque nadie más nos importa. Y reímos y reímos, tanto que me duele el estómago y tengo los ojos llorosos. Me coges de la mano y me dices: Vamos, amor, que mañana no hay quien te despierte. Y viene mi parte favorita de día.
Me veo reflejada en el espejo junto a ti, lavándonos los dientes ya en pijama. Y no paramos de hablar ni un solo momento. Y tanto te quiero que la casa se ve llena, y a la vez vacía, y deseo llenarla aún más con sueños pequeñitos que se escondan por todas las partes de la casa. Me acuesto y leo, hasta que se me cierran los ojos, mientras tu mano está posada en la mía. Cierro el libro, apago las luces y tu cuerpo me encuentra bajo las sábanas.
Sueño que paso Navidad contigo. Y despierto por mi cumpleaños y tú eres mi regalo. Sueño que se difuminan los surcos que en mi rostro dejaron tiempo atrás las lágrimas.
Sueño, sueño y sueño, que todos los días, malos o buenos, son como éste.
Y mientras sueño esto, en este momento, tú.....no estas.....
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